unidos en la fe y devoción, una comunidad de almas dispuesta a recibir el amor divino.

Nos reunimos aquí, en este sagrado espacio, para iniciar nuestra Misa de cada día miércoles. El eco de nuestras voces se eleva hacia los cielos, llevando consigo nuestras plegarias y anhelos, con la certeza de que serán escuchados por aquel que guía nuestros pasos. Que esta Misa de cada miércoles sea un bálsamo para nuestras heridas, un faro que ilumine nuestro camino, un remanso de paz en medio de la vorágine cotidiana. Que nuestras oraciones, como susurros al viento, sean escuchadas y abracen nuestros anhelos más profundos.

Y al final de esta ceremonia sagrada, nos despedimos con el corazón lleno de gratitud, sabiendo que hemos sido bendecidos con la oportunidad de estar aquí, juntos, compartiendo esta experiencia de fe y esperanza.

Así sea, ahora y siempre. Amén.

10 años de la Canonización de San Juan Bautista Piamarta
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